Fuente: diario El País
Quito, 26 feb.- En agosto de 1973, un mes de antes de recibir tortura y morir en manos de la dictadura de Augusto Pinochet, el cantautor y director de teatro chileno Víctor Jara vivió momentos de congoja que retratan los convulsionados días que vivía Chile en la víspera del golpe del 11 de septiembre. Acaso como si supiera lo que se venía, no solo escribió algunos versos que hoy parecen tristemente premonitorios.
También consiguió que su esposa, la bailarina inglesa Joan Turner, y sus hijas Manuela y Amanda, se refugiaran en una casa en Isla Negra. Una localidad ubicada a unos 100 kilómetros de Santiago. “En el caso de que un golpe de Estado derivara en una guerra civil”, dice el libro el historiador español Mario Amorós La vida es eterna. Biografía de Víctor Jara (Penguin Random House), que se lanzará en Chile el 27 de febrero y el 4 de mayo en España.
A Víctor Jara lo detuvieron un día después del golpe, del que en septiembre se conmemoran 50 años. Había ido a la Universidad Técnica del Estado (UTE), donde trabajaba, tras escuchar un llamado del presidente socialista Salvador Allende. Lo llevaron al Estadio Chile, allí lo torturaron y ejecutaron junto al director del Servicio Nacional de Prisiones Littré Quiroga. El cantautor comunista recibió al menos 23 impactos de bala y a su cadáver lo arrojaron a la vía pública. Lo reconocieron transeúntes que avisaron a su familia. Por el crimen hay ocho exmilitares condenados.
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Para la biografía del autor de canciones como El derecho de vivir en paz y Te recuerdo Amanda, Amorós revisó archivos y entrevistas que Jara concedió en distintos lugares del mundo. Estudió su discografía, que marcó un hito en la nueva canción chilena y la música latinoamericana. Abordó las más de 11 mil páginas del expediente judicial. También recogió testimonios con sus amigos y su familia, que revelaron esos últimos días en Isla Negra, el mismo balneario donde vivía el poeta chileno Pablo Neruda.
Uno de esos testimonios que cita es el de su hija Amanda Jara, que contó cómo fueron esos momentos. Se acordó, por ejemplo, de cuando era niña en 1973 y percibió la tensión de su mamá y su papá al ver “unos barcos de la Armada haciendo movimientos” y que, pese a esa tensión, “no dijeron nada”.
“Una tarde, su padre y ella salieron a pasear por la playa rocosa del lugar que cautivara a Neruda en 1938. Mientras caminaban, él empezó a inventar la letra y la música de una canción y le pidió consejo a su hija. Aquella composición de Isla Negra se perdió, pero sí pudo llegar a grabar otra, Manifiesto, que le había nacido desde lo más profundo para expresar, de manera definitiva, las razones por las que empuñaba la guitarra y daba a conocer su canto”, dice el libro.
Esa escena íntima la detalló su esposa, Joan Jara: “Estaba tranquilo mientras trabajaba en la canción, introvertido y ensimismado. Le oía tararear suavemente en el taller, mientras yo trabajaba en casa. A ratos se asomaba y me llamaba para que la escuchara. Aunque era bellísima, se me encogía el corazón al oírla”.
La canción es Manifiesto, que grabó en agosto de 1973. “Le había nacido desde lo más profundo para expresar, de manera definitiva, las razones por las que empuñaba la guitarra: ‘Que el canto tiene sentido / cuando palpita en las venas / del que morirá cantando / las verdades verdaderas’”, cuenta Mario Amorós.
Regreso al folclore
El 4 de septiembre de 1973, días antes de su asesinato, Víctor Jara participó en la última manifestación de la Unidad Popular (UP), junto a cientos de partidarios del presidente Allende “Portaban una pancarta que proclamaba: Trabajadores de la cultura en contra del fascismo. Era muy consciente de la grave situación política y del peligro de un desenlace violento. Sentía temor por lo que pudiera pasarle a él, como expresó de manera premonitoria en algunas cartas y en algunas de sus canciones, y a su familia”, señala Amorós.
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Y si a fines de los sesenta, y en especial en la UP, dejó su exitosa carrera teatral por la canción política y de protesta, en 1973 volvió a sus orígenes, el folclore. Pero lo hizo a su manera. “El último disco de su autoría que tuvo en sus manos fue Canto por travesura, publicado en septiembre de 1973. Es una recopilación de canciones campesinas. Seguramente a no pocas personas debió de sorprender que, después de El derecho de vivir en paz y La población, regresara al folclore más puro. Sin embargo, señaló que recuperar aquellas canciones era una muestra más de su compromiso, porque se adentraba aún más en el alma popular al dar a conocer unas composiciones creadas por los propios trabajadores”, relata su biógrafo.
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Y añade: “En los que fueron los últimos meses de su vida, su creación musical se apartó de la contingencia para alcanzar su cota más alta de compromiso con la poesía y la belleza. Así, en mayo de 1973 creó Cuando voy al trabajo, inspirada en el obrero de la construcción José Ricardo Ahumada. Pero, a diferencia de su tributo combativo a Miguel Ángel Aguilera en 1970, El alma llena de banderas, que finaliza con tres ‘venceremos’, esta canción concluye con el estribillo de unos versos envueltos en la incertidumbre: ‘Laborando el comienzo de una historia / sin saber el fin…’”.