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Ecuador: ¡Sálvese quien pueda! (Opinión)

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Sebastián Jarrín

La vertiginosidad del capitalismo nos ha empujado a vivir con base en la máxima de “el tiempo es oro”. Como lo dice Byung Chun Hal en su libro La Sociedad del Cansancio, vivimos con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede: “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador quemado”.La cuarentena nos obligó a detenernos, parar cualquier actividad económica. Sin embargo, algo que no se detiene es la historia y con ella la política, que va configurando la forma en la que cada país maneja la emergencia sanitaria, y también el escenario post-COVID.

Podemos partir de dos puntos de análisis que ofrece el historiador Yuval Noah Harari: 1) cada generación – nuestros padres, abuelos, bisabuelos, etc. – se inscribe dentro de un todo más grande llamado humanidad; 2) si bien existe una causalidad en nuestras acciones, estas no están determinadas, podemos elegir y escribir el rumbo de la historia.

De esta manera, podemos entender que el Ecuador y el mundo, anterior a la emergencia sanitaria, estaban inmersos ya en una dinámica histórica de dos vías. La primera de carácter global, donde tenemos un imperialismo – el sistema político más exitoso en los últimos 2000 años – que ha logrado globalizar, en su fase actual, el sistema de valores occidental moderno. Ya lo dijo Fukuyama tras la caída del muro de Berlín “es el fin de la historia”. Ejemplos de esto son la democracia liberal representativa, la utilización del idioma inglés, la economía de libre mercado y la aspiración de alcanzar el desarrollo. Todos estos aceptados desde Cambodia hasta Burkina Faso, y desde Turquía hasta Suriname.

La segunda, es de carácter nacional. Los Trump, Bolsonaro o Farage del mundo ganaron espacios políticos importantes, dando cabida a eventos como el Brexit, la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París y varios ataques al multilateralismo edificados desde el fín de la Segunda Guerra Mundial. De esta manera, demostaron una posición pronacionalista en detrimento de ciertos aspectos de la globalización, yéndose en contra del la migración, el multiculturalismo y el libre comercio.

El Ecuador de Moreno, la Argentina de Macri, el Chile de Piñera, la Colombia de Duque, el Brasil de Temer y Bolsonaro, se esforzaron en destruir sistemáticamente las capacidades Estatales y volver la mirada a Estados Unidos, tras una década y media (2000 – 2015) de confrontaciones con el país del norte, que incluso llevaron a la expulsión de embajadores estadounidenses y de sus agencias de cooperación. Consecuentemente, se destruyeron espacios de integración regional como UNASUR y CELAC. Incluso en Europa se pone en cuestión a la misma Unión Europea, en palabras del presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, quien declara “La solidaridad internacional no existe. La solidaridad europea no existe… es puro cuento.

Tenemos entonces diferentes modelos de Estado que manejan la emergencia sanitaria de varias maneras. Está Argentina con Alberto Fernández a la cabeza, que mantuvo su posición priorizando la salud antes que la economía; o la posición de Polonia y España de rehusarse a prestar ayuda estatal a empresas que estén registradas en paraísos fiscales; o el modelo del Ecuador, que no tengo para que contarles.

Esta disputa política por modelos de Estado y la confrontación de estos con movimientos sociales configuraban el escenario previo al COVID-19. Recordemos que en Ecuador, octubre de 2019 es un tema sin resolver. Al mismo tiempo esta disputa configura el manejo de la crisis sanitaria. Tenemos un Estado con casi nula capacidad de respuesta y control, llevando a un desborde de la crisis, siendo el caso más claro la ciudad de Guayaquil, que más allá de una cuestión de indisciplina fue una falta de acción estatal.

¿Significa entonces que esta disputa política de igual manera configurará el escenario post-COVID-19? Siendo pesimistas, podríamos decir que sí lo hará, que como ciudadanos estamos en estado de indefensión total por una nula presencia estatal y por un letargo de los movimientos sociales que no son capaces de presentar propuestas políticas viables e inclusivas, pues prefieren estar inmersos en la disupta correísmo vs. anticorreísmo y nos tocará vivir en un sálvese quien pueda.

Pero tomando las palabras de Mujica, “un pesimista es un optimista informado y los humanos tenemos profundo amor por la vida”, nos queda pensar que ese sálvese quien pueda no está determinado y que podemos cambiar el futuro, proponer opciones políticas viables, inclusivas y solidarias.