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Cenizario Urkupamba: el absurdo en medio de una zona protegida

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Quito, 05 feb (La Calle). – ¿A quién se le ocurre construir un en un bosque? Es la pregunta que se hacen los vecinos de los seis barrios de la Belisario Quevedo. Una parroquia importante para Quito, de ella nacen las cuencas que alimentan el agua que llega al centro norte de la ciudad. También me hago la misma pregunta. El absurdo se encuentra en los lugares menos inesperados como las laderas del Pichincha.

Lenin Apolo vive en el sur de Quito, pero ha tomado la causa de los vecinos de la Belisario Quevedo como si fuera suya. “Este es un sector muy delicado. Cualquier intervención tendrá consecuencias sobre la flora y fauna. En la represa de Rumipamba hay taludes que se están formando”, relata.

Es verdad. Miro hacia el frente y un pequeño talud aparece en medio de la quebrada. Es la premonición de un desastre mayor. Uno que todavía no existe y que se puede prevenir. “Los propietarios dicen que será algo ecológico y no hará daño, pero para construir una iglesia, los cenizarios y los caminos necesitan remover la tierra. Intervenir las más de 30 hectáreas”.

Apunta hacia un punto dijo. Las raíces y los árboles indican un espacio vacío. Allí había vida, el bosque cuenta una historia que quieren destruir. “Existen avistamientos de osos, un cóndor que sobrevuela el lugar y otros animales como ardillas que han hecho de este su hogar”. Apolo explica que los terrenos pertenecían a la fundación Mariana de Jesús. “Al parecer la familia Carrasco Amores es un simple testaferro de las más de 300 hectáreas”. Daniel Rivera, uno de los moradores del sector que afirma esta aseveración. “Los terrenos eran una donación de los jesuitas que sorpresivamente en 2020 aparecieron a nombre de Andrés Carrasco Amores. Se llevan medio Pichincha”.

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De acuerdo con Apolo es la Procuraduría del Municipio que, durante la pandemia, entregó nuevamente el permiso de construcción al dueño del terreno. Este dato contrasta con el comunicado del Municipio de Quito que, tras la anulación del permiso ante la presión ciudadana, responsabilizó directamente al exalcalde Jorge Yunda de esta acción.

“La zona de la avenida Occidental para arriba es de tipo A35, es prohibida para la construcción de cualquier tipo, pero justo en este predio cambiaron a zona A5A7 para que puedan construir. Fue una orden de Gestión y Uso de Suelos”. Esto se hizo en el período de Mauricio Rodas Jorge Yunda anuló en febrero de 2021 la licencia urbanística y en diciembre con la actual administración se vuelve a otorgar el permiso”, explica Rivera que añade que está demandando por Carrasco Amores por asociación ilícita y USD 40 millones por oponerse a la construcción.

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Una vez que llegamos a la quebrada, los moradores muestran cómo los restos de ramas todavía se encuentran en la quebrada. Cuentan que el día anterior, los trabajadores municipales vinieron a limpiar la quebrada y que no existe un mantenimiento periódico del lugar. La asambleísta Marcela Holguín y los delegados de la Empresa Metropolitana de Agua Potable constataron el daño ambiental en la quebrada de Rumipamba.

“Lo que queremos hacer junto con los moradores de los 10 barrios de la parroquia Belisario Quevedo es advertir a las autoridades lo que está en riesgo. Decirles de manera clara y tajante que lo que ocurrió en La Comuna puede pasar en las Laderas del Pichincha.”, dijo Holguín a los medios que hicieron el recorrido.

Agregó que no es una lucha de dos días, ni de la semana pasada. “Está claramente demostrado que con los concejales Luis Reina y Soledad Benítez hemos venido trabajando desde el 30 de noviembre de 2020”. Las autoridades han enviado distintos comunicados a las instancias ambientales del Municipio y el Gobierno central. La Secretaría Metropolitana de Ambiente informó que es un área de alto riesgo y no deben realizarse construcciones en el lugar.

Horas después del recorrido y ante un nuevo aviso de marcha en contra del cenizario Urkupamba, el Municipio anunció el retiro del permiso al predio. Es una victoria para el pueblo, pero también la muestra de que las instancias municipales no se preocupan por la protección medioambiental de las laderas del Pichincha, a las que han dejado en el completo abandono.