El mal ejemplo de Moreno se regionaliza, ¿o no? No, porque no da la talla para ser clonado.
Apenas a dos semanas de posesionado, Pedro Castillo presidente del país de Susana Baca y Tania Libertad, cede a la extrema derecha y le pide la renuncia a su mejor cuadro: el histórico dirigente fundador del MIR y del ELN del Perú en los ’60, amigo y contacto del Che Guevara, compañero de Javier Heraud, prisionero político y condenado a muerte, por cuya vida escribieron al gobierno peruano de Belaúnde Terry nada más y nada menos que Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, sociólogo, pintor, politólogo y premio Casa de Las Américas en 1969, el intelectual vivo más lúcido de la Izquierda peruana.
Castillo nombra al poco tiempo en su lugar como nuevo canciller a un hombre de confianza de las élites y ex ministro de Toledo.
Héctor Béjar, como bien lo señala el analista peruano Ricardo Jiménez en esta entrevista de Resumen Latinoamericano, sabía que irían por él de forma veloz en esta «tercera vuelta» que el golpismo más descarado inició apenas se posesionó el profesor rural, sin darle reposo al procesar desde la Fiscalía a decenas de sus altos cuadros, 18 hasta hoy, por «terrorismo» o «apología de terrorismo».
Pero antes, Béjar actuó con inusitada maestría geopolítica y sangre fría logrando en apenas días antes de su salida, dos medidas gravitantes: el retorno de las relaciones con Venezuela apoyando la negociación de gobierno y oposición empezada en México, y la digna salida del Perú del curuchupa «Grupo de Lima» (tema en el que un preocupado Guillermo Lasso citó en público, que en el acto de posesión al que asistió, le pidió a Castillo que no se saliera).
Al quebrarle la espalda y doblarle la mano a Castillo, y sacar al hombre más preparado y con mayor trayectoria histórica de su gabinete, el profesor rural demuestra ser asustadizo, sino que prueba fatalmente que, si una vez pudieron presionarle y ganarle apenas a las dos semanas de ser gobierno, tan solo inundando portadas y fake – news en contra de su canciller, podrán sacar a cualquiera que estorbe la estrategia golpista del clan Fujimori y el proyecto de poder de la racista élite limeña. Luego irán por el resto y al final por el propio profesor, si no lo convierten en un Alejandro Toledo con sombrero o un Lenin Moreno sin Ina-papers.
Con Héctor estuve en la Caracas post-golpe de abril de 2002. Ahí lo conocí personalmente, y quiso la vida y la buena suerte que compartiéramos el mini apartamento de estancia hotelera con él y con otro querido amigo desde antes y entonces: Gustavo Petro, de Colombia. Conversamos mucho y de varios temas. Héctor Béjar, hombre de una cultura profunda, como Petro, mostró siempre un poder analítico fuera de lo común. Compartimos muchas ideas y me quedó grabado en mi memoria el breve y fugaz encuentro con él y Hugo Blanco, otro mito del Perú histórico y como Héctor, otro tótem profundo de «las izquierdas de antes».
Faltando un día para que Béjar rechace con dignidad la inaceptable propuesta presidencial de que pida perdón a la ultraderecha enquistada en la Marina, y dándome cuenta que el breve proceso peruano era sometido a un descarado ataque en todos los frentes; se me ocurrió que debía escribirle lo más pronto a Héctor, el canciller revolucionario, y proponerle entre otra cosas (irremediable quijote de causas perdidas yo) un ‘Encuentro Mundial de Solidaridad con el Pueblo Peruano’: «Con el Perú de Arguedas, Vallejo, Heraud, Mariátegui y Chabuca», pues el abierto proceso de cambios lo veía muy frágil, poco defendido en el exterior y carente de movilización propia al estilo boliviano o argentino. Le comenté mi análisis fugaz del rápido deterioro de la situación peruana, al estilo chileno poco antes del «Tancazo» de junio del ’73 y mi plan de 7 ejes regionales y mundiales a una persona que mucho respeto y quiero en mi familia. Y cuando me preguntó «¿pero por qué es tan urgente?», le adelanté los motivos que yo percibía a breves rasgos: «La ultraderecha es más opertivamente global que nunca, en el continente ha puesto incluso a actuar mercenarios y no tiene empacho en asesinar presidentes de otras naciones, si ya quiso asesinar con paracos a uno y logró asesinar a otro en Haití, por qué no va a poder meterse en Perú y actuar en Lima si así deciden los que mandan? Esa extrema derecha ya actúa en conjunto hace rato y en coordinación regional como se vio en el caso de Macri y Moreno con la Bolivia de Áñez; y se prepara para desmoronar el proceso peruano cooptando a Castillo, al estilo ecuatoriano (Lucio y Moreno), o sacándolo al estilo hondureño».
24 horas más tarde se fue al carajo todo. Héctor fue depuesto y Castillo culipandeó hacia la derecha. Imposible, o muy difícil, ser solidario en esas condiciones, menos aún con gente que no es capaz de ser leal a su propio programa y resistir con dignidad.
El castillo es cada vez más de naipes y arena. Y eso, la extrema derecha peruana, la ecuatoriana, brasileña y boliviana, ya lo acaban de saber. Los resultados serán no solo para el Perú sino incluso regionales.
Esperemos que el nuevo canciller toledista no vuelva el Perú al grupo ultra-neo-liberal del que, en un acto de entereza geopolítica, Héctor lo aniquiló a toda prisa. México, Argentina y Bolivia, tan prudentes, no dicen aún «ni chis, ni mus». Peor aún Caracas y La Habana. Ya pronto se verá las consecuencias de no pensar y actuar regionalmente.
Es un orgullo que aún haya indignada dignidad como la de Héctor Béjar, en un mundo político tan repleto de acomodaticia inmundicia, donde es tan normal y rutinario el ver multiplicarse indignos cada día.