En menos de tres meses, el discurso de Guillermo Lasso evolucionó de la democracia hacia la amenaza

Por: Anita Garibaldi

En menos de tres meses, el discurso de Guillermo Lasso evolucionó de la democracia y la participación, hacia la prepotencia, el desprestigio y la amenaza. ¡Qué poco le duró el performance de gran demócrata!

Hablamos específicamente del discurso, pues su modelo político y económico siempre estuvo claro. Al igual que aquellos modelos impuestos por los gobiernos neoliberales de los 90, las derechas actuales de la región no han superado su romance con el Consenso de Washington. Siguen apostándole al debilitamiento del Estado, a la liberalización del mercado, a la flexibilización laboral, a las privatizaciones, al fondomonetarismo. ¿Sabrá Lasso que estas estrategias de despojo y exclusión son contrarias a la democracia?

En todo caso, la derecha es y seguirá siendo lo mismo de siempre.

Si en algo hay que darle algo de crédito al gobierno de Lasso, y quizá a la mayoría de derechas en la región, es que han logrado camuflar sus verdaderas intenciones en medio de narrativas ligeras y “buena onda”, que apelan a la defensa de la democracia, la libertad, la familia, los emprendimientos, la independencia. Todas, palabras con gran peso, que reclaman a lo más profundo de los anhelos, y que por ello, han logrado obnubilar a muchos.

También han sido hábiles al construir a su enemigo, con la vieja confiable de “la otredad”. Sí, el enemigo del (neo)liberalismo siempre ha sido ese otro que no es parte de la “gente de bien”; ese que pone en peligro su estatus; ese que no tiene un apellido de alcurnia o ese que no puede comprarse los zapatitos rojos. Los descamisados, los choripaneros, ¿los que se visten de pobres?

Durante sus discursos de campaña parecieron más progresistas que el propio Arauz. Se vistieron con ponchos, se vistieron de verde, se vistieron de jóvenes, se crearon TikTok. Se negaron a ellos mismos, con tal de conseguir votos. Pero, la campaña terminó y hoy el verdadero espíritu derechista se ha tomado el Ecuador.

El espejismo democrático

En su primer discurso como presidente del Ecuador, Lasso habló de un gobierno democrático, participativo e incluyente. “Seré el jefe democrático de un Estado democrático. Mi fuerza no nacerá de cuán alto alce la voz para gritar, sino de cuánto escucharé al pueblo antes de hablar”, señaló durante la trasmisión de mando.

En el mismo escenario prometió que nadie será perseguido o silenciado. “Gobernaremos para todos. Esto significa no gobernar a favor de un sector privilegiado. Pero tampoco en contra de nadie, tengan la opinión que tengan, hagan la crítica que hagan”, dijo.

En ese primer acercamiento al pueblo ecuatoriano, el pasado 24 de mayo, criticó al gobierno de Correa, lo tildó de autoritario, de agresor, de intentar instaurar un régimen perpetuo. Dijo que con el correísmo los ecuatorianos aprendieron la más grande lección democrática: “que no hay democracia sin participación de los ciudadanos”. ¿Será que aún cree lo mismo?

También habló de resolver las diferencias y conflictos a través de métodos pacíficos. Aseveró que su gobierno cambiaría la historia; que su mandato sí sabría escuchar las necesidades del pueblo.

Esas palabras se desvanecieron y, en menos de tres meses, sus icónicas frases ya han calado hondo en los sectores populares.

Durante la presentación de la “Estrategia Ecuador Emprendedor Innovador y Sostenible 2030”, que se desarrolló el pasado 4 de agosto, Lassó calificó a los dirigentes de la CONAIE como “aquellos que se visten como pobres pero son mercantilistas, capitalistas y solo buscan la desestabilización de la democracia, con fines protervos”.

Con estas declaraciones debería suponerse que rompió con aquella promesa de ampliar la participación ciudadana y de escuchar las necesidades del pueblo. Ese día enfatizó en que no daría paso a los pedidos, de varias organizaciones sociales, de congelar los precios de los combustibles.

Ninguna razón lo hará cambiar de opinión; el Gobierno del Encuentro quedó solo en un slogan.

Poco después, durante una entrevista con Andrea Bernal, el presidente Lasso aseguró que, detrás de las amenazas de movilizaciones se encontraba la gente del UNES. También acusó al correísmo de querer recuperar el poder “por vías no constitucionales, no democráticas, no legales”.

Aquí caben dos preguntas centrales: ¿El presidente Lasso tiene pruebas de lo que asegura o será de la misma escuela de Moreno? ¿Dónde quedó el ofrecimiento de gobernar para todos y en contra de nadie?

Sin duda alguna, además, esta postura refleja un claro intento por deslegitimar las demandas sociales. Centrar el descontento únicamente en el correísmo es invisibilizar a los pueblos y nacionalidades, al sindicalismo, a las organizaciones de mujeres, a los gremios de maestros, a los ambientalistas, a los defensores de derechos humanos, a los pequeños productores, a los informales, entre otros.

Lasso sigue insistiendo y no parará su intento de alojar dentro de la opinión pública que las demandas no son demandas, sino meros intentos de desestabilización.

“Están surgiendo voces que pretenden sumergir al país en el despotismo, el autoritarismo y la amenaza”, repite. ¿Serán esas las voces de su propia conciencia?

El doctor Jekyll y el señor Hyde

 “Quienes amenazan con un paro indefinido en las carreteras, les espera un tiempo indefinido en la cárcel”, amenazó a los arroceros y bananeros, pero se solidarizó con los ciudadanos cubanos que “reclamaban un mejor provenir”. ¿Los bananeros y arroceros no buscan un mejor porvenir?

Durante las protestas en Colombia, expresó su solidaridad a Iván Duque. ¿Los muertos y heridos en esas jornadas no buscaban un mejor porvenir?

Los diversos sectores sociales que hoy claman por el congelamiento del precio del combustible; por los medicamentos que no hay en los hospitales; por políticas laborales que no los precaricen; por un sistema financiero que no los desfalque; ¿no buscan acaso un mejor porvenir?

No, todos ellos “solo buscan la desestabilización de la democracia con fines simplemente protervos”.

El presidente no está pintado en la pared, pero el pueblo tampoco.

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