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“El jazz nace de las clases populares y debe volver a ellas”, Alex Hincapié

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Diego Álvarez, redactor

Alex Hincapié es músico, de origen colombiano. Vive en Ecuador desde hace unos 14 o 15 años. Estudió Música con especialización en contrabajo en la Universidad Tecnológica de Pereira durante 5 años y tocó con las orquestas de cuerdas sinfónicas. Desde muy temprana edad tuvo interés en los ritmos populares gracias a la influencia de sus hermanos. Se interesó particularmente por las músicas brasileras como la Bossa Nova, que, para él sería cuando joven, “el jazz sudamericano”. Es un artista con mucho recorrido en el país tocando jazz. Hace unos años creó la banda ‘The Garbage Man Swing’, con el concepto de un “jazz voluntariamente sucio”.

Desde una selva alejada de las grandes urbes en la provincia de Sucumbíos, donde habita desde los inicios de la pandemia, atiende a esta entrevista vía internet.

¿Cómo se formó la banda?

Con Alberto De Righi nos conocimos por casualidad en unas vacaciones en Mompiche. En una noche nos sentamos en una banquita y nos pusimos a tocar. Se nos hizo un montón de gente a nuestro alrededor. Y dijimos “algún día haremos algo”.

Como un año después nos encontramos en un bar donde yo tocaba la flauta. Fue una ocasión muy de viernes por la noche y me dijo si quería, que nos reuniéramos. Su repertorio era muy bluesero, tocaba la guitarra dobro y yo venia más del jazz y la música brasilera.

Total, nos encontramos y comenzamos a tocar para conocernos. Tocamos mucha música de Duke Ellington, de Satchmo (Louis Armstrong). Logramos hacer una obra muy linda de varias composiciones que se llama “Wabbabadoobap”. Con las dos influencias, la de él con el blues y la mía que se inclinaba por un swing no tan europeo, sino un swing más afro, terminamos haciendo una banda con un swing más negro.

¿Cómo era una de sus tocadas?

La onda de la banda es muy del bar, muy del bajo mundo. Entonces, nuestras tocadas tenían ese ambiente de madera, de copas que suenan. Nuestros conciertos tenían un nivel de energía muy alto, frenético. La gente siempre terminó bailando.

Nosotros pensamos que el jazz nace de las clases populares y debe volver a ellas. Porque se ha vuelto muy elite y muy tranquilito. Nosotros queríamos devolverles a las clases populares su jazz, y comenzamos a tocar un jazz para bailar.

“El nuestro es un jazz de baile, de swing, donde la gente termina cantando, gozando y sudando”.

Alex Hincapié, The Garbage Man Swing.
¿Cómo describirías a su público?

Nosotros teníamos gente desde los 30 a los 80 años. Lo interesante es que como todos los integrantes de grupo somos grandes, como yo que tengo 43 años. Teníamos un público adulto, pero también teníamos a jóvenes, porque les gusta bailar. El público adulto también bailaba, pero muy adulto. Nuestros contenidos justamente son también para ese rango de edad. A veces los temas que tratamos tienen una carga reflexiva, que una persona grande agradece.

La gente encontraba algo de divertido, porque tenia cierto nivel de humor, pero no un humor ácido, sino provocador. Y que a la vez, tenia un nivel literario y muy inspirado en la generación beat. Esto hacia que mientras bailaban, pensaban el mensaje. Mucha gente me lo dijo: “Oye, me parece loco que yo haya ido a un concierto de jazz y saliera pensando en las letras”, “Me han propuesto a dejar ciertos esquemas”, “Me han propuesto pensármela dos veces frente al racismo”, “Me han propuesto hablar del antifascismo”, “Me han propuesto a hablar de nuestras generaciones y de cómo estas se enfrentan a las anteriores”. 

“Había un dialogo para que estas generaciones se interpelaran, al mismo tiempo que bailaban juntas

Alex Hincapié, The Garbage Man Swing.

Entonces, proponíamos de una manera muy curiosa que los jóvenes cuestionaran a los adultos con los que estaban bailando en ese momento.

¿Por qué ‘un swing voluntariamente sucio’?

Normalmente, cuando estas montando un proyecto musical, pretendes que salga lo más limpio posible. Sobre todo, en el jazz. Se busca que nos sonidos sean super nítidos. Por eso, los conciertos de jazz se convirtieron en algo muy parecido a los de música clásica. Tu vas, te sientas en silencio a mirar y escuchar.

Nosotros lo tocamos sucio por voluntad propia, porque queríamos retornar a donde el jazz pertenecía. También, lo hacemos como una expresión muy política, porque pensamos que lo popular le pertenece a lo popular, y que la elitización es una consecuencia casi que capitalista.

“Las clases populares siguen siendo las dueñas legitimas de esas artes”

Alex Hincapié, The Garbage Man Swing.

Queremos volver al swing antiguo que no era limpio. Cuando tu escuchas las viejas grabaciones de Satchmo escuchas un piano distorsionado, escuchas una trompeta sucia que incluso ruge, escuchas las guitarras que traquean, escuchas un jazz muy rustico.

Fue a voluntad – porque mucho tiempo toque jazz y bossa nova de manera limpiecita, también hago conciertos donde la gente se sienta y solo me mira-, porque ,lo que precisamente queríamos hacer con esta banda era romper eso. Queríamos hacer una cosa rustica, acústica, frenética, con voces rasgadas, donde la gente baile.

Buscamos romper esa barrera moral en la que la gente decía: “como es un concierto de jazz, yo me tengo que portar bien, y me tengo que sentar juiciosito a mirar el concierto para parecer civilizado”. Queríamos decirle a la gente que con esta música no tienen que posar como civilizados

“Vos puedes ponerte a bailar en un pie, puedes brincar, puedes agarrar a una chica y ponerte a bailar con ella, puedes tomarte un trago, puedes gritarnos cosas. Todo bien”    

Alex Hincapié, The Garbage Man Swing.

Pero al mismo tiempo eso nos ha hecho ser un poco excluidos. Precisamente, porque el circulo del jazz se ha vuelto tan elitista. Hay un canon y nosotros somos los apócrifos de esa escuela. Hay una resistencia de las otras bandas en decir: “Estos manes como que suenan bien, pero no son limpios. El público no se les sienta”. Por eso, por mucho tiempo nuestro eslogan fue “jazz sin corbata”.

Y también es curioso, porque muchos de esos compañeros asistían a nuestros conciertos y bailaban igual que los demás. La música es irresistible, pero no la aceptan porque no esta dentro de los cánones. Hemos sido un poco discriminados por los músicos. En cambio, por ser un jazz accesible para todo el mundo, el público nos quieren full. Cuando hemos tocado al aire libre, la gente termina en éxtasis.

¿Cómo se adaptaron a la pandemia del COVID-19?

Antes de la pandemia íbamos a hacer una pequeña pausa porque el guitarrista (Alberto De Richi) viajo Italia, el trompetista viajo a Francia a estudiar. Y dijimos “vamos a hacer un breiksito por un tiempo, vamos a reemplzarlos por un tiempo y vamos a seguir”. Cuando estábamos en este proceso de reemplazarlos cayo la pandemia. Seguimos tocando con un clarinetista argentino y también con un saxofonista ecuatoriano por tiempos.

Yo me vine a refugiar aquí en el bosque desde que inicio la pandemia, porque yo quería estar libre, no quería estar encerrado en un departamento. Pero yo seguí viajando una o dos veces por semana a Quito a los ensayos y presentaciones, porque los shows continuaron.

Ya cuando la pandemia arreció ya me quede acá. No hicimos conciertos virtuales, pero si hicimos un lanzamiento virtual porque justo habíamos terminado de grabar nuestro disco EP. Y para no dejar todo este material archivado, hicimos un lanzamiento virtual que fue muy bonito. Nos conectamos unos desde Italia, Francia, Quito y yo desde acá (Sucumbíos). Pusimos todas las canciones, hablamos de cada una de ellas y respondíamos las dudas de la gente.

Y por último, hice un concierto virtual como solista porque no podía reunirme con la banda. Fue un concierto de regalo para nuestro publico que hice sentado en mi cuarto con la guitarra.

¿Cuál es tu disco favorito?

Tuve una agrupación hace muchos años llamada Ruta 7. Con ellos grabe un disco en el estudio del ‘Negro Acosta ‘(Ramiro Acosta). Es particular decir que uno de mis discos más importantes y queridos fue “Gris en Fondo Azul”. En ese disco hacia canción social. No es un disco de jazz, sino jazzero. Tiene aires de jazz y de ritmos tradicionales americanos: funk, cumbia, marchas, lando. Pero armónicamente, es un disco de jazz- digamos-, con letras contestatarias. Desde ese disco yo quise proyectar a futuro en mi vida que quería hacer más de eso, y no solo hacer un jazz ‘ornamental’. Quería tocar el tema social, hacer letras elaboradas con un compromiso social, y que además, trabajaría ese jazz latinoamericano.

¿Por qué el interés en la Bossa Nova?

Era uno de los exponentes en Latinoamérica, al menos de la zona norte de Sudamérica y del Caribe. Era el jazz nuestro. Me puse a estudiarlo porque me parecía lindo tener una música latinoamericana muy poética y que a la vez tuviera una riqueza armónica muy propositiva. Era parecida al jazz porque utilizaba una paleta de colores bastante extensa en el lenguaje armónico y musical, pero con un lenguaje propio, particularmente brasileño o latinoamericano. Era una música que se influenciaba del jazz y que también influenciaba al jazz.

Por eso, desde hace 15 años me dedique a estudiarla a profundidad. Viajé a Brasil un tiempo y estudié la obra de Almir Chediak, es el transcriptor más importante de la música brasilera de nuestro siglo del Bossa Nova. Esto es importante por que el se dedicó a ir de autor en autor para escribir su obra. Transcribió cerca de 50 libros, muy pedagógicos, además, y lo hizo junto con los músicos. Imagínate si alguien se dedicara a hacer eso en Ecuador y poder acceder a esa información local ya no como algo popular, sino como un objeto de estudio en los conservatorios.

Y cuando llegaste a Ecuador…

En Ecuador, siempre viaje con una gran amiga colombiana, Margarita Posada. Influencio bastante a mi música. Con ella he hecho muchos proyectos. Mi viaje musical ha sido a lado de ella. Cuando llegamos, comenzamos tocando músicas brasileras en todas partes. Ya sabes, como llega el típico musico a tocar en todos los bares que existan. Comencé tocando en el Ananké, Café Guápulo, y en el ya cerrado Pobre Diablo. Luego fuimos a La Zona (Mariscal Foch, en Quito) y tocábamos en todos los bares de La Zona y en las calles también. Me parecía interesante que recibiéramos un sueldo pero que a la vez nuestro trabajo fuera algo muy callejero. Eso me gustaba.

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