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El oficio del periodista (opinión)

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María Isabel Burbano, periodista

Las presiones que atraviesan los medios de comunicación se vuelven un arma de doble filo. Por un lado está su agenda informativa, que debería ser sobre todo ciudadana y por otro buscan responder a la variable política y económica que los engendran. Es un camino lleno de baches.

Un ejemplo claro fue la  publicación de diario El Universo del 19 de junio en sus redes sociales. “El presidente Guillermo Lasso se toma fotografía en la cabina de control de un avión antes del despegue”. No existía relevancia, ni el más mínimo indicio de noticia en la publicación que recibió las críticas de los internautas.

El mismo 19 de junio, el portal 4 pelagatos publica una columna de opinión “¡Y ahora la Ley para menstruantes!” donde se minimiza la propuesta de proyecto de ley de la asambleísta de Izquierda Democrática, Johanna Moreira para el acceso a productos de higiene menstrual, dirigida a la población femenina que no posee recursos económicos. Bajo la premisa de que el Estado no puede costearlo y es un ofrecimiento “populista” se desestiman las necesidades de este grupo y la iniciativa de Moreira.

La nueva palabra favorita de los medios y algunos periodistas es la autorregulación. Bajo ese estandarte piensan que escudan sus omisiones, favoritismos y partidismos. No obstante en nuestro contexto es improbable que los medios y periodistas hagan un ejercicio de conciencia y que la autorregulación tome en cuenta los derechos de las audiencias.

Regular lo que dicen los medios de comunicación no es una mordaza, realmente permite que las audiencias hagan sus justos reclamos si encuentran vulnerados sus derechos. Eliminar los entes de regulación fortalece la mediocridad en la comunicación ecuatoriana.

Tal término no debe ser aceptado entre los periodistas del país. Nuestro trabajo debe ser impecable, pues día a día, los ciudadanos nos escuchan y muchos de ellos todavía toman nuestras declaraciones como una verdad absoluta. Los periodistas somos un nexo entre la noticia y la gente, entre el poder y las audiencias.

El periodista no es un juez, tampoco tiene la última palabra, es un obrero que permite a los ciudadanos conocer una parte de la realidad con las suficientes herramientas para formar un juicio crítico.

No esconde la información, tampoco la modifica a su agrado. No hace negocios con las élites económicas y no se toma fotos con los políticos de turno. Está con la gente porque a ellos nos debemos.