Por: Daniela Rizzo / @loinquieto
Nacido en Orihuela (Alicante – España), Miguel Hernández llegó a Madrid a los 21 años con el sueño de ser poeta. Esto no contentó mucho a su padre, quien lo sacó del colegio a los 14 años para que se dedique a pastorear cabras. Por ello, Miguel se presentaba en la capital como “pastor y poeta”.
En 1933, nació su primer libro Perito en Lunas y así Miguel Hernández se empezó a relacionar con el mundo literario. Vicente Aleixandre, Pablo Neruda y hasta el complicado Juan Ramón Jiménez estaban entusiasmados con la poesía de Miguel. Al mismo tiempo, la Guerra Civil Española encontró a Miguel en su natal Orihuela y así se anotó en el bando republicano y en el Partido Comunista de España.
Todos conocemos lo que sucedió en España durante la Guerra Civil, aunque lo cierto es que las palabras no nos alcanzan. Sin embargo, tenemos la poesía de Miguel Hernández que nos cuenta de forma muy exacta lo que se vivía, como en este poema llamado Nanas de la cebolla:
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Fue condenado a muerte en marzo de 1940, pena de la que se libró gracias a la intervención de sus amigos. Así que su condena cambió a treinta años de cárcel, que no llegó a cumplir. En 1941 enfermó dentro de prisión. Sus pulmones, que son el centro de lo que no logramos decir, se llenaron de dolor. Murió el 28 de marzo de 1942, se dice que no pudieron cerrar sus ojos y Vicente Aleixandre conoce la razón:
Elegía en la muerte de Miguel Hernández
No lo sé. Fue sin música.
Tus grandes ojos azules
abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante,
cielo de losa oscura,
masa total que lenta desciende y te aboveda,
cuerpo tú solo, inmenso,
único hoy en la Tierra,
que contigo apretado por los soles escapa.