El presidente Lenín Moreno dijo, públicamente y sin el menor empacho, sin ruborizarse, sin desparpajo alguno, sin sangre en la cara, que no deja la mesa servida al siguiente Gobierno.
Es inaudito que un funcionario público no haya hecho el más mínimo esfuerzo, en cuatro años de gestión, para mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos. Suena inverosímil, pero es la cruda realidad de nuestro país que tuvo como Primer Mandatario a un personaje nefasto dedicado, desde el primer día de su posesión, a denostar a las personas que le dieron el voto y también a traicionar su propio Plan de Gobierno que le llevó al poder.
Con ese antecedente, ya casi nada sorprende del señor Lenín Moreno, que prefirió, en 47 meses de mandato, estrechar la mano de los propietarios de los medios para anular un concurso público de frecuencias que buscaba democratizar el acceso a la información y fortalecer la libertad de expresión.
Implementó un modelo político y económico que benefició y enriqueció a los banqueros, que condonó millonarias deudas a empresarios morosos y debilitó las normativas que protegían el derecho de los trabajadores para que reciban una remuneración acorde a sus obligaciones y responsabilidades. Desbarató una institucionalidad que caminaba hacia una modernización para brindar un servicio de calidad.
Pero no nos engañemos, el señor Lenín Moreno sí deja la mesa servida para sus aliados los medios de comunicación que recibieron sin concurso público un título habilitante por 15 años más.
Los empresarios tienen una “Ley Humanitaria” que privilegia sus intereses en detrimento de los trabajadores y la Asamblea Nacional está a punto de aprobar la mal denominada Ley de Defensa de la Dolarización que pretende entregar la administración del Banco Central a los propietarios de los bancos. Ahí está la mesa servida.