Por: Sebastián Tamayo Villarroel / @tamayo95se
Luego de tres debates presidenciales y una campaña bastante desarrollada, resulta complejo dilucidar las diferencias entre los dogmas de los presidenciables que representan el sector más conservador. Al parecer la tónica que afina sus intereses económicos se llama flexibilidad laboral o mejor conocida como «nuevas formas de contratación».
De allí que se escucha premisas cuyo sustento radica en la naturalización se la pobreza. Efecto de lo mencionado, un candidato se atreve a calificar un sueldo de USD 120 como «digno». Y no, no se trata de tergiversación alguna, por el contrario; en las versiones emitidas por el candidato de Creo, afirma que existen familias con ingresos diarios de USD 1, por tanto, para ellos, los USD 120, estables, sí sería dignificar su condición.
¿Encuentran sentido?
Lo dudo. La desatención y complicidad del ejecutivo con los grupos económicos, acrecentó la pobreza en el país. Por ejemplo la Trole 3, la Ley Humanitaria, y similares, fueron herramientas otorgadas al sector privado con el fin de limitar sus obligaciones en la relación laboral con los trabajadores y en los tributos con el Estado. Sin duda se debe estimular al sector empresarial pequeño y mediano sin embargo, los beneficiarios de la remisión tributaria fueron la «gran» minoría: los 203 grupos económicos del 2018.
En definitiva, con sostenidos y bemoles, la mayoría de candidatos anhelan la flexibilidad laboral, que en otra palabras se traduce en subempleo y tercerización, donde la dignidad se basa en que los pobres no vivan con un dólar diarios, sino con dos o tres.