¿Diplomacia en naufragio? – Opinión

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Carlos Guevara Ruiz
Carlos Guevara Ruiz

Si hay un rasgo que caracterice al oficio de la diplomacia, ese debe ser el sentido de la prudencia. En estos últimos años la Cancillería ecuatoriana no se ha privado de exhibir su carencia; es penoso ver cómo se ha degradado la imagen de la diplomacia ecuatoriana durante el Gobierno del presidente Moreno. Considerando que hablamos probablemente del cuerpo burocrático más especializado y profesional del Estado, me resulta difícil dar crédito a sus reiterados «tropiezos».

Definir la política exterior es atribución exclusiva del Ejecutivo. Sin embargo, ciertas decisiones del Gobierno, que parecen obedecer a revanchas politiqueras, podrían estar dificultando la acción de la diplomacia en el exterior.

Sospecho que la función de la Cancillería, a más de planificar, dirigir y evaluar la gestión de la política exterior, debe ser el aconsejar al Presidente de la República en la toma de decisiones. Aconsejar por ejemplo que cumpla con los principios de las relaciones internacionales del Ecuador consagrados en la Constitución; y así evitar los papelones en los que se vio envuelta la Cancillería con el Comunicado Oficial del 5 de diciembre de 2020; a propósito del proceso electoral en Venezuela.

El principio de la no injerencia de los Estados en los asuntos internos de otros Estados compromete a quien lo invoque, a nombre de la reciprocidad, el aplicarse a sí mismo.

No es coherente reaccionar con un Comunicado Oficial (6 de diciembre de 2020) calificando de «inaceptable intervención en asuntos internos» un tuit de la vicepresidenta de Argentina, donde cuestiona al presidente Moreno acerca de la democracia en Ecuador; y al mismo tiempo haber anunciado al mundo en un Comunicado Oficial (5 de diciembre de 2020) que «no reconocerá los resultados del proceso electoral venezolano».

Insólito además que se dirija a las autoridades del «régimen de Maduro»; considerando que luego del intento de golpe de Estado en Venezuela, en enero del 2019, el gobierno de Moreno no reconoce otro interlocutor válido que el autoproclamado presidente Guaidó.

Conviene señalar que mientras la Cancillería tenía este innecesario «pase de armas» con los gobiernos de Venezuela y Argentina, el Canciller y el Viceministro ecuatorianos estaban cumpliendo con una visita oficial en la ciudad de Riobamba, donde fueron condecorados. Este aparente detalle de agenda es revelador de un problema que se arrastra desde los primeros días del Gobierno de Moreno; a saber la renuncia al plan de gobierno con el que ganó las elecciones del 2017.

Dicho de otra forma, el Ecuador desde ese momento ha estado huérfano de una política exterior propia.

Me pregunto, ¿quién ha relevado a la Cancillería en sus funciones? Lo que sabemos por medio de la prensa es que los profesionales de la diplomacia han ido perdiendo espacios a favor de los funcionarios de cuota política que han superado largamente lo permitido por la Ley.

Podríamos decir que el Servicio Exterior ha sido otra de las aristas de la política del reparto; lo que explicaría en parte su descuido y debilitamiento. Esto no quiere decir que la acción diplomática sea torpe o improvisada; muy al contrario demuestra una sorprendente coherencia aunque sea contraria a la defensa de los intereses nacionales; pero este tema no es el objeto de este artículo.

Lo que sí podemos especular es sobre quién realmente lleva el timón de la política exterior. Es difícil ofrecer una respuesta con exactitud, pero podemos empezar a pensar en estos tres elementos:

Primero.- La rapidez con la cual el Gobierno de Moreno se alineó con la agenda de los Estados Unidos; particularmente luego de la visita oficial del vicepresidente Pence en Junio de 2018.

Segundo.- La renuncia del Embajador Francisco Carrión a inicios de este año nos dejó entrever la existencia de desacuerdos con el Ejecutivo. Me atrevo a conjeturar que las motivaciones debían ser de mayor calado para que un diplomático reconocido por su seriedad haya tomado esa decisión.

Tercero.- La forma de los comunicados del 5 y 6 de diciembre emitidos por la Cancillería tiene una evidente connotación ideológica; lo que me hace pensar en la posibilidad de que algún imprudente funcionario del entorno cercano del presidente Moreno esté a la maniobra de este nuevo tropiezo diplomático.

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