Por: Sebastián Jarrín / @seb_astian1001
Agustín Cueva (1988) describe como “lumpenización de la política” al fenómeno de León Febres Cordero y el Partido Social Cristiano: un gobierno rayando en lo dictatorial, haciendo uso de la fuerza para imponer el neoliberalismo; cuya máxima figura conectaba con ese machismo latente de la sociedad ecuatoriana. Así en 1984 llegó a nosotros el populismo de derecha, el de “pan, techo y empleo” en campaña, y “corrupción, muerte y FMI” en Gobierno.
Casi 40 años después, volvemos a presenciar – y bastantes de nosotros lo hacemos por primera vez – esa lumpenización de la política. Una derecha que no había encontrado un elemento capaz de reconciliar a la ciudadanía con su línea política desde el feriado bancario, donde la ruptura llegó hasta el punto de exclamar “que se vayan todos”. Esa derecha encontró en el anticorreísmo ese elemento cohesionador; el cual no puede soltar por nada del mundo, pues si lo hace pierde toda conexión con su único capital político que ha tenido en los últimos 16-17 años.
El anticorreísmo, además fue el elemento discursivo que les permitió llegar al poder a este lumpen de la política y una vez ahí demostraron lo que son: capaces de destruir al país con tal de amasar unos cuantos (muchísimos) dólares (sin cambios desde 1830). En una semana se destaparon; como si el diálogo con Estados Unidos los envalentonara y les diera así el impulso para nombrar a Alberto Dahik como asesor económico, felicitar a Richard Martínez por trabajar en el Banco que no es banco – a pesar de que la Constitución lo prohíbe expresamente – y justificar a la Vicepresidenta porque se jugó la vida en su viaje al Vaticano a conocer al Papa.
Este lumpen es el que no permite que avancemos como país. Deciden quién va en la papeleta y quién no; deciden quién va a juicio político y quién no, deciden a quién le aplica la justicia y a quién no, deciden a quién le afecta la pandemia y a quién no. Sólo una contundente respuesta negativa a este lumpen nos permitirá emprender este viaje que es la recuperación post-pandemia; y que nos puede llevar por un camino del desastre del #YaQueChuchas