¡Váyase a la mierda, señora Vicepresidenta! Usted y sus acólitos. Usted y el Carlos Vera. Usted y la Conferencia Episcopal. Usted y el banquero Lasso. Usted y sus providitas. ¿Qué va a renunciar si ese mamotreto de presidente no veta el Código Orgánico de salud? ¿Qué espera? ¡Lárguese ya! Ahorita.
¿Qué quiere, que lloremos cuando le regalaron ese puestito sus amiguitos de la ruptura? Usted es una señora intrascendente, ni fu ni fa. El Otto por lo menos se tomaba fotos, caminaba, sonreía. Usted parece un témpano de hielo sacado del Antiguo Testamento. Vaya a rezar a su iglesia los siete días a la semana, si quiere. Vaya a reunirse con sus damas y caballeros aleluya amén, pero no estorbe en este tema de salud pública.
¡Váyase a la mierda, señora Muñoz!
¡Cómo es posible que le hablen así a la vicepresidenta! Y con ese lenguaje de calle, ¡qué terrible! ¿Qué mal les han hecho los jefes de la curia? ¿Por qué ese vocabulario con el señor Lasso y el periodista Vera? ¡Qué horror!
¡Estado laico! A ver, repita por si acaso no haya entendido. Estado laico. Estado laico, donde la religión y sus creencias se quedan en casa. Estado laico donde se defienden los derechos de todas las personas. Abra su cuaderno del colegio de monjitas donde le sobraron hojas, y escriba quinientas veces: “En un estado laico mi religión y mis creencias se quedan en casa, así sea vicepresidenta”.
En otro cuaderno, de cuatro líneas, escriba: “No puedo emitir opiniones estúpidas. No debo parecerme al presidente”. Ahí ya se ocupa unas cuantas semanas.
Por cierto, ¡váyase a la mierda!
Y renuncie si quiere. Es más, ¡hágalo ya! La ineptitud se perdona si no dura mucho. Renuncie y ahórrese la vergüenza de ser recordada como la vicepresidenta que firmó y ahí quedó.
¿Qué se siente ganarse cinco mil dolaritos mensuales por repetir veinte padres nuestros en las reuniones de gabinete? ¿Cómo será sentirse un parásito a tiempo completo?
Búsquese un oficio más acorde a su curuchupez. Sea asesora espiritual del Lasso, léales San Marcos -los lunes y viernes- a los ancianitos de la Conferencia Episcopal. Hágase pintar un cuadro de la Dolorosa con su rostro.
¡Quédese en su mierda!
¿Así que no se siente cómoda? Imagínese las miles de mujeres que miran horrorizadas que unos cuantos providillas quieren decidir sobre la vida de ellas.
¿Sabe la cantidad de mujeres que han fallecido o que su vida es un infierno por su moralismo de tres centavos? ¿Qué evangelios lee usted y su cofradía de impresentables? ¿Qué dizque defienden la vida?
¡Ridículos de salmos para afuera! ¡Hipócritas de Levítico para adentro! A ver, siga chantajeando, siga balbuceando las únicas tres líneas que puede pronunciar en público.
Usted también diga con el rosario en la mano: “renuncio verán”. Que venga otro vicepresidente, nomás. Cinco, siete, diez. Para lo que sirven. Para nada.
Es más, ya ni incomoda que le nombren, no sé, al Bucaram de Vice, ya qué importa; si todos en ese gobierno son una tarea de áulicos sin texto.
¿Otro candidato? El mismo torero arribista, Al Dalito, al Dahik, al Hurtado. Al Carlos Vera, o al Vivanco o a la Shanet. Cualquiera de esos cromos repetidos. Nos dan lo mismo. Son lo mismo.
¡Ah!; y antes que se le olvide: ¡Váyase -y en auto blindado- a la mismísima mierda!