Ramiro Aguilar Torres
El presidente Moreno es un hombre de rencores profundos, de odios insondables. La noche del domingo trece de octubre del 2019, Jaime Vargas (presidente de la CONAIE) ridiculizó a Moreno en cadena de televisión; enrostrándole que sus ministros eran vagos; y, que no olvidarían los muertos. Pidió, subido de tono, que la ministra Romo y el ministro Jarrín (a quienes hizo responsables de la represión), fueran separados del gobierno. Uno o dos días antes, el propio Vargas, en el Ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, insultó a Moreno.
Esa noche del trece de octubre, el presidente Moreno se abroqueló en su cobardía y no dijo nada; pero tomó nota.
Dejó que el odio se cueza a fuego lento. Se negó a separar del cargo a la señora Romo y fortaleció su poder al interior de un Ejecutivo cada vez más felón y corrupto. Al olor de la pólvora, del gas lacrimógeno, del creso, la señora Romo sumó el olor de la arrogancia y de la impunidad. Con la pandemia se supo, además, que el aroma a creso que anunciaba la presencia de la señora ministra, no solo se debía al olor de las cárceles a las que fueron llevados los ciudadanos por ejercer su legítimo derecho a la resistencia; sino también, al olor de los hospitales públicos, que, al parecer, entregó a varios asambleístas a cambio de su dócil votación en la Asamblea Nacional.
Nueve meses después, el odio de Moreno da a luz la incorporación de la señora María Paula Romo como primera integrante de la terna a la vicepresidencia de la República.
El papel político que jugará la señora Romo en la vicepresidencia es claro. Consolidará el poder de la banca y de los sectores empresariales depredadores del país. Usará la fuerza, sin el menor pudor, para reprimir; y pretenderá torpedear las elecciones del 2021. No obstante, en lo más íntimo, para el presidente, María Paula jugará otro papel. Será la cobradora de sus afrentas.
Hace un par de años leí un guion inédito del ecuatoriano Lucho Arregui para una película que no se hizo jamás. En ese texto, uno de los personajes se aseguró que las balas que usó contra sus enemigos estuvieran envenenadas. Si no mataba la bala, mataba el veneno. Pues así será la cosa. La vicepresidencia de María Paula; y si llega el caso, su presidencia, serán una bala envenenada que nos deja Moreno.
¿Podría ser otra la historia?
Lo dudo. Los Villamares; los Azueros; los Litardos; las Peñas; las Cabezas; y toda aquella troupe de personajes sin valor alguno que pueblan la Asamblea Nacional, carecen de manos limpias para evitar el desastre.
Es casi inexorable que la señora María Paula Romo sea designada por la Asamblea Nacional del Ecuador como la cuarta vicepresidenta de la República. Muchas personas pensarán que la señora Romo es una mujer de suerte. Sin haber participado en las elecciones presidenciales del 2017 e incluso sugiriendo públicamente que en aquellas elecciones los ciudadanos y ciudadanas debían votar por Guillermo Lasso, ahora va a ocupar, por pedido de Lenin Moreno, la segunda magistratura del país.
Más que suerte, lo que le pone ahí a la señora Romo es su enorme funcionalidad; tanto para lo que se ve -o se intuye-; cuanto para lo que no se ve, pero se siente, como el odio.