Por Omar Jaén Lynch / Periodista
Esta semana resultaba prolífica para echar a andar el teclado. Caso de carnés de discapacidad, la renuncia de Otto Sonnenholzner, la conformación del frente #UNES, la terna para nuevo vicepresidente con María Paula Romo a la cabeza… En fin, estos últimos días fueron bastante movidos, Sin embargo, me anclaré en uno en específico por su importancia, pero a la vez por la poca atención que se le dio a la “letra chica”.
El lunes 6 de julio se presentaron ante el país Juan Sebastián Roldán y Richard Martínez para informar que se había alcanzado un acuerdo de renegociación de deuda con un importante grupo de tenedores de bonos del Estado. El Gobierno lanzó la noticia con la intención de mostrar eficiencia. Lo cierto es que ese acuerdo aún está en veremos, porque hay que esperar si los tenedores la aceptan y cuántos la aceptan.
En honor a la verdad espero que se concrete. Si bien los valores no eran los que se esperaban, si se cristaliza este acuerdo habría algo de alivio para las arcas del país. Eso sí, esto solo es un paliativo, el gravísimo problema sigue ahí y no pinta que la situación mejore a corto plazo.
Pero algo que me llamó la atención en la intervención de Roldán y Martínez fue cuando el Ministro de Finanzas presentó unas diapositivas. De refilón, como quien no quiere la cosa, Martínez mostró un gráfico muy revelador en el que se desglosa las deudas del Estado ecuatoriano.
La deuda -interna y externa- del Gobierno asciende en la actualidad a USD 58.418 millones. El rubro más fuerte corresponde a los bonos emitidos en mercados internacionales (32%), seguido por la deuda interna (29%) y los compromisos adquiridos con organismos internacionales -FMI, BM, entre otros- (23%).
Al ver el gráfico me saltó la primera alarma. La satanizada venta anticipada de crudo representa porcentajes ínfimos en nuestra deuda.
Luego comencé a hacer memoria y me inundaron los discursos impulsados por el Gobierno de Lenín Moreno, sus medios de comunicación y aliados políticos sobre la deuda. Recuerdan cómo durante tres años nos dijeron que la administración de Rafael Correa dejó una deuda que bordeaba los USD 70.000 millones y que eso nos llevó al descalabro económico. Lo cierto es que el propio Gobierno con sus diapositivas nos revela que ese discurso fue una vil mentira.
Vamos por partes
Vamos por partes. Las propias cifras del Ministerio de Finanzas indican que a diciembre de 2016 la deuda total y agregada del país llegaba a los USD 38.136 millones, que en ese momento representaba el 38% del Producto Interno Bruto (PIB). Cuando Lenín Moreno asumió en mayo de 2017, ese valor se ubicaba en USD 41.894 millones. Sí, bien lejos de los USD 70 mil millones que se “posicionaron” en la opinión pública.
Vale rememorar que solo hasta julio de 2019, el Gobierno de Lenín Moreno acumulaba USD 14.464 millones en deuda adquirida en su administración. Es decir, Moreno se endeudó más rápida y agresivamente que el propio Correa, con la diferencia que en el actual régimen la obra pública ha sido mínima, por no decir inexistente.
¿Cuánto más se habrá endeudado Moreno de julio del año pasado a la fecha?, ¿cuántos miles de millones más se sumaron a nuestros pasivos durante la pandemia? Varios analistas estiman que Moreno y su tropa adquirieron deuda externa por más de USD 17.000 millones en poco más de tres años.
La gran mentira y sus amplificadores
Esa fue la mentira que nos sentencia. Con el discurso de sobreendeudamiento en la época de Correa, el gobierno de Moreno emprendió un proceso brutal de ajuste ordenado por el FMI. Con ese discurso se han despedido a más 40 mil personas en los últimos dos años. Con ese discurso, el régimen subasta los bienes públicos a manos privas -el viernes pasado se anunció la privatización de la Refinería del Estado-. Con ese discurso se redujeron los presupuestos a las universidades públicas, a los hospitales, a la infraestructura, al mantenimiento de obras.
El discurso de la “deuda de los 70.000 millones de dólares” hipotecó nuestro presente y futuro. Laceró las bases del Estado hasta llevarlos a condiciones famélicas. Derrumbó el aún imperfecto servicio público que se había instaurado en el país en los últimos años. Ese discurso sentenció a por lo menos una generación.
Claro que los principales responsables de esta mortal mentira son Lenín Moreno, Otto Sonnenholzner, María Paula Romo, Juan Sebastián Roldán, Richard Martínez yotros más. Pero no se puede olvidar que ese engaño fue aupado por medios de comunicación y “líderes de opinión”. Eso jamás habrá que olvidarlo, al menos yo no lo haré.