Frustración, indignación, tristeza. Coraje, desilusión, amargura. Desesperanza, rebelión, angustia, depresión. Un menú de emociones negativas cocinándose en el alma de un ama de casa. La carne, el pollo, se pudren en la nevera. No se pueden guardar alimentos de un día para otro ante los imprevisibles cortes de luz. Todo se descompone, hasta el ánimo. Hay que comprar a diario y no semanal, consumiendo un tiempo y energía extra que se le saca al trabajo y al hogar. Se dañan los artefactos domésticos que tanto costó adquirirlos: la licuadora, la olla a presión, el microondas, el horno, la cocina, el televisor, la refrigeradora, la computadora, el celular.
Todos los adelantos del mundo moderno se vuelven humo ante los apagones y retrocedemos a los medievales tiempos de las velitas y hogueras. Hay quien habla de resucitar al guardafrío en el que las abuelas conservaban los alimentos. Los niños no pueden estudiar ni hacer sus deberes por falta de luz, los jóvenes no pueden seguir sus clases por internet, las madres no tienen maneras de comunicarse con sus hijos que salen de sus trabajos y cuya integridad tememos por la brutal ola de violencia que vive el país. No hay luz para leer el periódico o un buen libro al final de la jornada. El tiempo sin energía eléctrica es tan largo que una buena parte de la familia huye a los centros comerciales en busca de internet para terminar tareas escolares y porque es penoso estar en una casa a oscuras. Y tras la luz, viene la falta de agua. Y tras la falta de luz y agua, aumenta la delincuencia que tiene como aliada a las tinieblas para seguir haciendo sus fechorías. Tras la carencia de luz y agua y el aumento de la delincuencia, se suma una brutal ola de accidentes de tránsito por la inactividad de los semáforos.
Las emociones se revuelven en el estómago y dan ganas de salir corriendo de un país que maltrata a sus habitantes y de un gobernante que no gobierna.
¿Quién nos indemniza por estas pérdidas? ¿Quién nos repara por estos daños incalculables que se hace al hogar de cada ecuatoriano? Quién nos resarce por la desesperanza, la rabia y el estrés ocasionado ante el saqueo moral y económico que producen estos apagones mortales que en lugar de disminuir van aumentando, como si quisieran destruir el golpeado espíritu de todos los habitantes de este sufrido país.
Y para colmo y burla de este martirio, las facturas eléctricas salen igual que siempre, como si el servicio fuera impecable y completo, no se nota la falta de las 14 y hasta 17 horas sin luz que en algunos lugares vivimos. Lo mismo sucede con quienes tenemos planes con las operadoras de teléfono móvil. No hay servicio, pero el valor se mantiene intacto. El ciudadano se siente indefenso, porque no hay autoridad que controle y ponga coto a este abuso.
Falta de inversión y mantenimiento
Frente a la situación que vivimos ciertas autoridades callan o dan una versión acomodaticia y simplona echándole la culpa a los fenómenos de la naturaleza y hasta a la voluntad de Dios, como si no supiéramos que hace siglos el ser humano controla la afectación climática mediante la previsión, planificación, inversión y mantenimiento de las industrias. Que la falta de ese mantenimiento e inversión productiva en las centrales térmicas del Ecuador era un secreto a voces. El país elige un gobierno para que gobierne y resuelva. Si fuera que los estados dependieran solo del comportamiento caprichoso e impredecible de las aguas no tendrían electricidad nunca Israel, Sudáfrica, Catar, los Emiratos Árabes Unidos y hasta la misma Arizona en Estados Unidos, por poner ejemplos de lugares desérticos donde casi nunca llueve. Hay algo que se llama: prevención.
Es verdad que estamos afrontando sequías históricas como lo ha explicado el gobierno, que no solo afectan a Ecuador sino también a Brasil, Bolivia, Colombia, Perú y Venezuela que están sufriendo una sequía excepcional, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de USA (NOAA), pero solo nuestro país es el más afectado por los largos apagones, junto a Venezuela y Cuba, repúblicas que, además, sufren bloqueos históricos por todos conocidos.
¿Por qué Ecuador es la estrella solitaria que refulge entre los países latinoamericanos por sus larguísimos apagones de hasta 14 y 17 horas diarias? ¿Qué pasó? Qué se hizo o qué no se hizo?
Según los técnicos (no los políticos) el gran problema es que no se hizo nada. No hubo mantenimiento de las centrales eléctricas, no se ejecutó el presupuesto previsto, no se planificó cómo enfrentar la crisis de estiaje de la que ya se hablaba con muchos meses de anticipación. Hubo voces que alertaron pero que fueron calladas por cálculos políticos. Esto unido a que una cartera de vital importancia, como es el Ministerio de Energía y Minas, ha estado liderada por personas sin el conocimiento, la experiencia y capacidad para resolver estos gravísimos problemas, cuyo principal y único mérito ha sido ser amigo del presidente, terminó por llevarnos al precipicio energético que hoy vivimos, con graves consecuencias para la población no solo económicas, sino psíquicas y morales.
Hay analistas, como Alberto Acosta, exministro de Energía, que aseguran que no se dio mantenimiento a las plantas ni se ejecutó las inversiones programadas con el perverso fin de privatizar el servicio público de la electricidad, pero que se les fue de las manos. Tanto es así que la ministra Andrea Arrobo quien denunció meses antes la tragedia que hoy sufrimos fue echada y demandada por sabotaje por el presidente Noboa ante la justicia. Ella señaló de manera fehaciente en una carta pública que recibió “un sector en crisis, producto de más de 6 años de abandono y de una falta de inversión de más de $10 mil millones de dólares…”. Abandono, falta de inversión, por los gobiernos neoliberales de Moreno, Lasso y Noboa. ¿Con qué siniestro fin? ¿Qué perseguían al abandonarlos y señalarlos como elefantes blancos? ¿No les importaba destruir a un país? Todos sabemos que podemos tener un carro Mercedes-Benz, pero si no se le da mantenimiento, si no se invierte en él, en poco tiempo se convertirá en una chatarra.
Y el desánimo sigue…
Solo falta salir de casa y cruzar la calle para comprobar que la indignación, la rabia y la tristeza es un sentimiento público que galopa en el alma de cada ecuatoriano que siente cómo sus ingresos merman, cómo el pequeño y mediano empresario se ve mucho más empobrecido y tiene que buscar la manera de comprar focos recargables y un generador con dinero que no tiene, endeudándose y enriqueciendo el bolsillo de los mismos empresaurios de siempre que hacen su agosto de esta tragedia e importan estos productos considerados hoy ya como parte de la empobrecida canasta familiar.
Lo terrible, lo doloroso, es la falta de conciencia de no advertir que el acceso a los servicios básicos es un derecho público, un derecho humano, y que estos no se piden, se exigen a toda regla. Que estamos siendo sometidos a un fraude nacional en el que se nos miente impunemente con la ayuda de vergonzantes periodistas pautados y de cierta prensa acólita a los intereses del mandatario de turno.
Lo triste es que quien tiene que liderar y resolver esta tragedia social que pudo claramente preverse, que es el presidente de la república, nos haya mentido, con total frescura e impunidad. Y nos siga mintiendo, sin ofrecer solución alguna a la crisis. No se le aja ni un pelo de la cara. Sale a ofrecer una cosa y luego hace lo contrario como si quisiera tomarnos el pelo. Su palabra está tan devaluada que al día de hoy, cada vez que lo escuchamos, dudamos si será verdad aquello que afirma. Ya nos acostumbró a sus promesas incumplidas, a lo que prometió en el debate antes de ganar la presidencia, y luego no hizo. Pero lo que está pasando no tiene precedente, el daño es incalculable a la economía nacional, se estima que por cada hora el país pierde doce millones de dólares. Pero el que más pierde es el pueblo que, ingenuo como siempre, le creyó a Noboa, y al creerle se hizo el harakiri al otorgar el voto a un político que miente sin pudor. Lo último que ha ofrecido es que en diciembre se acabarán los apagones. Hay que prender velitas para que junto a las lluvias, se cumpla la palabra del mandatario.
Total carencia de empatía social
Muchos analistas han señalado que el presidente Noboa carece de total empatía social. Quiero ser justa y no endilgarle este término de forma gratuita. La psicología dice que no se puede dar, lo que no se tiene. No podemos pedirle aquello que no conoce. Porque qué empatía social podemos exigir con la mayoría empobrecida de este país a un niño rico, hijo de multimillonario, nacido en cuna de oro, que no ha conocido pobreza, hambre ni desempleo y ha tenido siempre lo que quería. Que incluso fue alumbrado en el extranjero, en donde las madres pudientes van para darle al hijo todas las posibilidades futuras, que ha contado con todas las oportunidades y ha estudiado en las mejores universidades. Y de eso no tiene la culpa. No es una crítica, sino una manera de explicarnos su falta de empatía social. La burbuja en que vive. Pero qué bueno sería que al menos el 1% de esas posibilidades, como presidente de la república, le otorgara a la inmensa mayoría de pobres que se arrastra para vivir con menos de 3 dólares diarios. Conque hubiera cumplido sus promesas de campaña sería suficiente y el país se daría por satisfecho. Promesas en el debate presidencial, entre esas, prevenir el estiaje que ahora sufrimos con apoyo de Israel como ofreció.
Todos estos sentimientos y muchos más da atravesar esta larga noche oscura que el Ecuador está viviendo con los apagones. Y aun así existe gente que dice que no le interesa la política porque con la política no se come. Y con estas situaciones frutos de la inacción y el desinterés por lo público, se están destruyendo sus negocios, las empresas, la educación, los inmuebles, los artefactos domésticos y tantos cosas que se mueven con el fluido eléctrico.
El estado “obeso”.
Por sus frutos los conoceréis dijo el más grande revolucionario que ha tenido el mundo, Jesús. Y aquí vemos la evidencia de los gobiernos neoliberales que hace siete años vivimos. Han sostenido la bandera de que achicar el estado obeso era lo mejor y tenemos como resultado a cientos de niños con cáncer que no reciben sus medicinas, a los enfermos de diálisis que mueren por carecer de sus transfusiones, a los hospitales sin medicina básica, y han destrozado la economía de millones de ecuatorianos; y sin embargo, han subido a precios estratosféricos los combustibles, elevado en tres puntos el IVA y dejado en soletas el área social que afecta gravemente al pueblo. Otra idea que argumentan es que los pobres quieren todo regalado. ¿Qué regalo? Si por todo aquello que compran, pagan impuestos; si son los únicos que verdaderamente tributan, no así los evasores que están en el gobierno. No se les ha reducido nada, más bien se le ha elevado hasta límites insoportables la vida, porque con las medidas tomadas se ha fomentado el desempleo y la pobreza.
Colombia tiene los mismos problemas de sequía, sin embargo no ha dejado de tener luz ningún instante. Lo que hace la diferencia entre un gobierno como el de Petro interesado por su pueblo y el de un gobierno oligárquico y neoliberal inclinado en apoyar a las multinacionales y grandes empresas del Ecuador, entre ellas las de su familia.
Estos apagones están conduciendo al país a la miseria más grande, al empobrecimiento y a la ruina moral. Los apagones son fruto de la desinstitucionalización del país. Del objetivo de achicar el estado obeso, parecería que intentan llegar hasta la desesperación máxima del pueblo en la que (agobiado por el estrés postraumático que sobreviene con las 14 horas de apagones) esté dispuesto a todo, como el moribundo que acepta cualquier cosa porque está a punto de agonizar.
No me sorprendería que luego de este trance, que ojalá no dure mucho, nos sorprendan con la privatización de la empresa eléctrica amparados en que lo público no sirve.
La energía eléctrica es fundamental e imprescindible para la supervivencia en la vida moderna. Ecuador ha retrocedido a la Edad Media y feudal. Sin electricidad, sin internet, estamos involucionando. Por sus frutos los conoceréis: los apagones, la pobreza, el desempleo, la emigración permanente, la inseguridad alarmante y la ausencia de obra pública, es el resultado de la implantación de los gobiernos neoliberales. Y uno más que otro, se esfuerza en cada gobierno por ser peor.
Sobre la autora
Aminta Buenaño, distinguida escritora ecuatoriana, diplomática y profesora universitaria, es la mente creativa detrás de una emotiva reflexión navideña que captura la magia de las festividades y la importancia de la solidaridad. Con una carrera literaria rica y reconocida internacionalmente, Aminta combina su maestría en género con una profunda experiencia política, destacándose como asambleísta nacional, vicepresidenta de la Asamblea Constituyente y embajadora en diversas naciones. Su incansable lucha por la igualdad de género y los derechos sociales ha dejado un impacto inspirador en la sociedad ecuatoriana, consolidándola como una voz fundamental en la literatura y la diplomacia. Con mente abierta y pluma valiente, Aminta sigue siendo una figura esencial, compartiendo su sabiduría y perspectiva con el mundo.