Por: María Isabel Burbano
Desde las dos semanas de su estreno, Nadie quiere esto se ha vuelto la serie más exitosa de Netflix, opacada solo por la historia de los hermanos Menendez. Más de 15 millones de visualizaciones en estos 15 días ¿por qué todo el mundo la está viendo? y más importante ¿vale la pena verla?
Esa última pregunta es, en realidad, su elección, yo aportaré con contarles algunos puntos fuertes de la comedia romántica de la que todos están hablando. Creada por Erin Foster, la serie está basada en la vida de la autora, nos narra la vida de Joanne (Kristen Bell), una agnóstica presentadora de podcast que empieza una relación con Noah (Adam Brody), un rabino simpático.
Aunque parece una trama simple (en realidad, lo es) las actuaciones de Bell y Brody, dos íconos juveniles en los 2.000 (Bell protagonizó Verónica Mars y Brody interpretó a Seth Cohen en The OC), la química entre ambos actores y el resto del elenco y la temática hacen que la gente se pueda identificar con lo que sucede en pantalla.
Joanne encuentra un punto de estabilidad con Noah que no había tenido con sus citas anteriores. Se habían acostumbrado a relaciones fugaces y tiene miedo a que la abandonen por «ser demasiado (ella misma se lo confiesa). El rabino, por su parte, transita junto con Joanne a un espacio de relación sana, donde intentan que la confianza y la comunicación sean dos pilares.
¿Por qué Nadie quiere esto? Como es obvio, Noah es judío y eso representará un problema para ambos a lo largo de la serie, no por ellos sino por sus respectivas familias que creen que no es adecuado que estén juntos. Ambos personajes se muestran vulnerables y se permiten apoyarse entre sí. Sin embargo, Noah tendrá que decidir entre seguir su carrera como rabino o el amor.
Es un poco difícil encontrar representaciones realista de parejas en la pantalla, pero la serie apunta a los asuntos que aparecen en una relación seria y sí eso no los convence, tal vez el primer beso de esta pareja extraña lo haga.
