Quito, 08 ago (La Calle).- Nelson Serrano, primer ciudadano ecuatoriano sentenciado a una pena de muerte en Estados Unidos, murió de un infarto en el Hospital Jacksonville en Florida. Su caso estuvo plagado de cuestionamientos y su familia sigue en busca de justicia.
Serrano falleció a sus 85 años a causa de complicaciones relacionadas con su avanzada edad y múltiples problemas de salud. Su caso, ampliamente debatido y polémico, dejó una profunda huella en las relaciones entre Ecuador y Estados Unidos, además de reavivar el debate sobre la pena de muerte en el país norteamericano.
El empresario ecuatoriano con residencia legal en Estados Unidos, fue detenido en 2002 acusado de un asesinato ocurrido en 1997 en Bartow, Florida. Según Fiscalía, Serrano fue responsable de la muerte de cuatro personas en una oficina de la empresa Erie Manufacturing de la cual era socio.
Desde el primer momento, Serrano negó su implicación en los hechos y aseguró que estaba en Atlanta cuando ocurrieron los crímenes. La afirmación fue respaldada por grabaciones de cámaras de seguridad en el aeropuerto.
El caso de Serrano fue fuente de controversia no solo por las dudas sobre su culpabilidad, sino también por la manera en que fue detenido. En 2002, fue arrestado en Quito y deportado a Estados Unidos en un procedimiento que muchos consideraron ilegal, ya que las leyes ecuatorianas prohíben la extradición de sus ciudadanos en casos que impliquen la pena de muerte.
Este incidente generó tensiones diplomáticas entre ambos países y provocó la condena de organizaciones de derechos humanos, que señalaron que Serrano no había tenido un juicio justo.
En busca de justicia
A lo largo de los años, su defensa presentó múltiples apelaciones, intentando introducir nuevas pruebas y cuestionando la imparcialidad del juicio. Sin embargo, todas las apelaciones fueron rechazadas, y Serrano permaneció en el corredor de la muerte por 22 años hasta su fallecimiento, esperando una ejecución que nunca se llevó a cabo.
El Estado ecuatoriano y diversas organizaciones internacionales hicieron esfuerzos constantes para lograr su liberación, y su caso fue seguido de cerca por la comunidad ecuatoriana en el extranjero.
Su familia, que siempre mantuvo su inocencia, expresó su pesar por su fallecimiento y criticó las condiciones en las que pasó sus últimos años. “Nunca se le permitió demostrar plenamente su inocencia (…) Nuestro padre fue víctima de un sistema que lo condenó sin brindarle una oportunidad justa”, dijo uno de su hijos en un comunicado.