Quito, 19 jun (La Calle).- Si la intención de la Presidencia era mostrar el respeto a los derechos de los privados de libertad (PPL) en el estado de excepción, las aspiraciones quedaron solo en eso. Con un ojo clínico, el periodista de The New Yorker, Jon Lee Anderson obtuvo permiso para entrar a ‘La Roca’, la cárcel de máxima seguridad que tiene el país y retratarla en su artículo La arriesgada guerra de Ecuador contra los narcos.
En la celda, que Macías describió irónicamente como una “suite”, había dos losas de concreto, apiladas como literas; uno sostenía un colchón sucio. También había un inodoro y un lavabo. Macías explicó que los presos no salían de sus celdas ni siquiera para comer.
El periodista se reunió con Marta Macías, la nueva directora de la prisión, quien le hizo un recorrido. Los privados de libertad (PPL) están encerrados en sus celdas durante las 23 horas y media del día con media hora de recreación en el patio de concreto. Están prohibidas todas las visitas externas, algo que los reos pidieron a Lee Anderson se haga público.
En el pabellón hacía calor y el aire era quieto y fétido. Después de unos minutos, los prisioneros comenzaron a gritar desde el piso de arriba. Uno gritó: “¡Ayúdanos a recuperar nuestras visitas familiares!” Otro, quejándose del constante encierro, gritó: “¡Esto no es El Salvador!”
El artículo reconoce que las cárceles del país no están al alcance de los periodistas y los cuestionamientos que organizaciones como Human Rights Watch realizó sobre el control de los centros en el estado de excepción. “Restricciones en el suministro de alimentos, medicinas y otros servicios básicos, casos de golpizas, uso de gases lacrimógenos, descargas eléctricas, violencia sexual y muertes a manos de de soldados”.
Tampoco hay la comida suficiente para los PPL, Macías pidió transmitir al presidente las carencias y preocupaciones, pero el artículo indica que aunque Noboa escuchó no parecía comprensivo. ” “Las condiciones podrían ser mucho peores”.
Problemas en Durán
En las ultimas semanas, Manabí se convirtió en el foco duro de la violencia en el país. Tanto que las instituciones del bloque de seguridad se trasladaron hacia Manta para controlar la inseguridad, sin embargo puntos como Durán sufren el azote de las bandas criminales.
Luis Chonillo, alcalde de ese cantón del Guayas, le brindó declaraciones a Lee Anderson contando su situación actual. Desde el ataque que sufrió en la primera semana de labores, no pasa en su despacho en la alcaldía y tiene que atender sus reuniones por zoom.
Conocí a Chonillo en la trastienda de un edificio público en Guayaquil. Entró acompañado de guardias, vestido con un chaleco antibalas y un casco. La violencia en Durán se había vuelto espantosa, dijo, con decapitaciones y cuerpos colgados de pasos elevados. “Trato de superar mi miedo todos los días”, me dijo.
Para Chonillo, el trabajo en el aspecto social y económico es imprescindible si se quieren sacar a los cantones de la violencia. “Lo que está pasando aquí ahora es algo así”, dijo Chonillo. “Los estados de sitio suelen funcionar al principio. Pero sin continuidad estas políticas no funcionan”. (MIB)