Ayuda en Acción presentó la primera edición de su Índice de Transiciones en Desventaja (ITeD), un estudio de los mercados laborales de jóvenes en América Latina y España cuyo objetivo es contrastar las desigualdades educativas, laborales y de género detrás de los datos de desempleo y que arroja como una de sus principales conclusiones que casi la mitad de la juventud latinoamericana, un 42% de las personas de 15 a 29 años, sufren desventajas que le impiden acceder al mercado laboral.
La publicación también revela que más del 50% de las mujeres jóvenes no habían accedido al mercado laboral en la mayor parte de Latinoamérica desde inicios de la década de 2020.
“Debemos poner atención a las desigualdades vinculadas a la asistencia y la finalización del nivel educativo secundario, a la calidad del trabajo obtenido y disponible para su edad y a los patrones provenientes de la herencia de desigualdad y la división sexual del trabajo”, comenta el director general de Ayuda en Acción, Fernando Mudarra. En Latinoamérica, 60 millones de jóvenes -un 42% de las personas de 15 a 29 años- no han comenzado aún a transitar su inserción laboral; una cuarta parte -el 26%- se encuentra buscando trabajo y sólo el 32% tiene empleo y no busca activamente otra ocupación.
En Ecuador:
La investigación revela que el 37% de las personas jóvenes entre 15 y 29 años, no ha conseguido trabajo, y el 67% está buscando trabajo con una desventaja educativa porque sólo ha completado la educación secundaria. En el país, sólo el 10% de las personas jóvenes han completado sus estudios universitarios y están en búsqueda de insertarse laboralmente.
Las mujeres jóvenes están en desventaja frente a sus pares hombres ya que el 39% de ellos terminaron su transición al mercado laboral, mientras que sólo el 23% de ellas lo han logrado. De esta población que ha logrado insertarse en el mercado laboral el 12% tienen desventajas laborales y educativas.
Y en las zonas rurales del país el 47,2% de jóvenes que están trabajando en agricultura tienen desventajas educativas.
“La falta de oportunidades para la juventud radica en causas estructurales como: la desigualdad, la escasa educación, la división del trabajo y la precariedad, estas brechas son más profundas en las zonas rurales, por eso como Ayuda en Acción desarrollamos cadenas de valor que permiten a los jóvenes insertarse en producción sostenible de los recursos naturales que encuentran en sus propias comunidades como: cacao, café, entre otros” menciona Carlos Hernández, Director de Ayuda en Acción en Ecuador.
La herramienta que presenta Ayuda en Acción ha sido desarrollada por el Programa de Investigaciones de Juventud de la FLACSO Argentina y el Grupo de Investigación sobre Educación y Trabajo (GRET) de la Universidad Autónoma de Barcelona siguiendo las definiciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que establece las transiciones juveniles al mercado de trabajo como “el paso de un/a joven desde el final de la escolarización hasta el primer empleo estable o satisfactorio”. La OIT diferencia ese paso en tres etapas: “terminó la transición”, “en tránsito” y “no inició la transición”. El documento refleja el primer intento de homogeneizar variables correspondientes a 18 bases de datos de encuestas de hogares o de empleo de 17 países latinoamericanos y de España.
De los 17 países latinoamericanos, la mayor tasa de personas jóvenes con inserciones laborales terminadas corresponde a Guatemala (39%), seguida de México y El Salvador (38% y 37%, respectivamente). Venezuela, Perú y Bolivia tienen tasas de 34 a 32% de jóvenes que completaron su transición. Tanto Ecuador como Brasil presentan una tasa apenas un punto más baja que el total de la región de América Latina. El resto de los países (Rep. Dominicana, Panamá, Paraguay, Honduras, Colombia, Uruguay, Argentina, Costa Rica) muestra tasas de entre el 29% y el 21%, excepto Chile que no llega al 20%.
Las mujeres jóvenes están desventaja según las cifras
En América Latina llama la atención, además, la persistencia de un marcado patrón de división de género del trabajo que se refleja en las transiciones desde edades tempranas y genera diferencias notorias entre las personas que consiguieron acabar la transición a un empleo, especialmente varones, y aquellas que nunca tuvieron la oportunidad, en su mayoría mujeres.
Las diferencias entre varones y mujeres que completaron la transición supera los 15 puntos porcentuales en todos los países, llegando hasta los 28 puntos en los países centroamericanos (a excepción de Costa Rica, donde es del 13%), así como en Venezuela y Ecuador. Entre las causas, el ITeD señala que son las mujeres jóvenes —particularmente aquellas de bajos ingresos y áreas rurales— las que no han iniciado su transición y que enfrentan una mayor exclusión debido a la distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidados.
La brecha entre varones y mujeres en la calidad de la inserción laboral está fuertemente relacionada con la carga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado asumida por las mujeres jóvenes. Sumándose además a esta carga otros factores estructurales que contribuyen a la falta de oportunidades y situaciones de exclusión, que afectan a las mujeres de América Latina especialmente. Esto nos interpela como sociedad que debe seguir denunciando las desigualdades de género estructurales que sufre la juventud y nos alerta de la urgente necesidad de garantizar políticas públicas que garanticen entre otras cosas el acceso de las mujeres a los estudios secundarios y apoyarlas para poder lograr su permanencia en el sistema educativo en esa etapa.
Desigualdades invisibles en los datos agregados de empleo
Según el ITeD, los 45 millones de jóvenes en América Latina que completaron su transición al mercado laboral tuvieron inserciones laborales heterogéneas y desiguales. Según el informe, la categoría “terminó la transición” no sólo recoge realidades positivas, ya que reúne una porción importante de personas jóvenes que debieron abandonar sus estudios para trabajar, o que comenzaron a trabajar con titulaciones o acreditaciones educativas muy básicas, cuestiones ambas que los destinan a desarrollar trabajos de baja cualificación incluso, a veces, en un contexto de informalidad durante toda la vida.
“La salida del sistema educativo antes de la conclusión de la secundaria, considerada el nivel mínimo de educación necesario para romper el ciclo intergeneracional de la pobreza y acceder a un trabajo decente, se encuentra frecuentemente asociada a una inserción inmediata en el mercado de trabajo para contribuir a la subsistencia familiar con ingresos generados en condiciones muy precarias, o situaciones de trabajo infantil”, explica Andrés Espejo, Consultor en la división de Desarrollo Social de CEPAL. “Tenemos que revisar los datos de empleo con una mirada enfocada en las desigualdades que enfrentan las juventudes, muchas veces escondidas en las tasas generales del mercado laboral”, añade.
La relación entre educación y desigualdad
Según el ITed, un 11% (15,6 millones) del total de jóvenes latinoamericanos está trabajando sin las titulaciones o acreditaciones educativas básicas, es decir, se estabilizaron laboralmente, pero no completaron la educación secundaria. Y casi 20 millones, un 14%, no terminaron la educación secundaria y tampoco completaron la transición laboral. “Esto nos apunta hacia uno de los mayores problemas para la persistencia de la desigualdad”, explica Matías Figueroa, “los datos obtenidos explican por qué América Latina y el Caribe enfrentan obstáculos para lograr un desarrollo social inclusivo, así como la persistencia de situaciones de pobreza, desigualdad o brechas de género”.
El estudio muestra avances dispares y brechas que se evidencian especialmente a partir de la secundaria, donde la diferencia en la conclusión de este nivel entre los que provienen de hogares de mayores ingresos frente a los que proceden de hogares de menores ingresos es de 46 puntos porcentuales en 2019. “Gracias al Índice sabemos que el 42% de jóvenes en América Latina enfrentaron desventajas en su transición al mercado laboral que se expresaron en cuatro modalidades: transiciones de mercado con inserción laboral rápida y con brecha de género acentuada como El Salvador, Guatemala, Honduras. Transiciones de mercado con menor brecha de género, como Bolivia, Brasil, Colombia, Paraguay, Perú, Uruguay. Y transiciones combinadas, con mayor retención educativa, y brecha de género acentuada, como Ecuador, México, Panamá, República Dominicana, Venezuela”, explica Ana Miranda de FLACSO Argentina
Para finalizar, el Índice de Transiciones en Desventajas (ITeD) proporciona un panorama detallado de los desafíos que enfrentan los jóvenes en América Latina y España al ingresar al mercado laboral, y destaca la importancia de abordar estas desventajas para garantizar un futuro mejor para esta población. “Este índice bianual será una herramienta que nos permitirá conocer dónde se producen las dificultades y qué políticas aplicar para paliarlas, algo necesario y urgente en la actual coyuntura laboral que padece la juventud”, explica por último Fernando Mudarra.
En América Latina, Ayuda en Acción trabaja en 11 países con una visión de cambio que se centra en el potencial de la infancia, la adolescencia y la juventud como protagonistas y emprendedores capaces de transformar sus propias vidas y el entorno en el que viven. Por ello, ponemos especial énfasis en ayudarles a eliminar sus desventajas educativas y las brechas que les separan de una inserción laboral exitosa. Los frágiles contextos en los que se desarrollan los proyectos requieren de un enfoque que dé respuesta a las causas estructurales de la pobreza y promueva cambios sistémicos para lograr los impactos deseados.