Por: María Isabel Burbano
Llegar a Saramago es como llegar a un río de aguas diáfanas. Sin darte cuenta la corriente te lleva a través de personajes y situaciones que solo podrían brotar en la cabeza del autor.
El escritor portugués cumple 100 años de nacimiento, llegó a vivir 87. Debía llamarse José de Sousa como su padre, pero por un error (o una broma) del trabajador del Registro Civil se le colocó el apodo con el que conocían a su familia paterna en Azinhaga, el pueblo de dónde es oriundo.
La familia se trasladó a Lisboa unos años después, el padre trabajaba como policía. Afrontando las intermitencias de la pobreza, Saramago estudió en una escuela industrial, entre las asignaturas también constaban las de tipo humanista. Allí pudo leer a los clásicos. La biblioteca pública también moldeó de forma importante su formación como futuro escritor.
Terra do Pecado apareció en 1947. Claraboya, una novela que empezó en los años 50 se publicó postmortem. Después, como un monje en claustro, 20 años de un voto de silencio literario se impuso Saramago. No volvería a la actividad hasta 1969. Un período donde realizó periodismo, traducción, crítica cultural, soportó estoicamente la persecusión de la dictadura de Salazar y participó en la Revolución de los Claveles (1974) que devolvió la democracia a su país.
Levantado do chão (1980) fue su primera gran novela. De allí vinieron varios trabajos. Memorial do convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) que supone, muy a su estilo, un recordatorio/homenaje al heterónimo de Fernando Pessoa y por supuesto a su compatriota muerto en 1935. Dos años después aparece A jangada de pedra.
En los años 90 publicó sus novelas más conocidas. El evangelio según Jesucristo (1991), Ensayo sobre la ceguera (1995). Para ese momento ya vivía en la isla canaria de Lanzarote como protesta tras la prohibición del Gobierno a que presente El evangelio al premio literario europeo. A pesar de vivir en un República laica dijeron que “ofendía a los católicos”.
En 1997 sale a la luz Todos los nombres y en 1998 le otorgan el premio nobel de literatura. Es el primero y (hasta ahora) único portugués que lo consigue. Con el reconocimiento viene una intensa actividad que lo lleva a distribuir su tiempo entre Canarias y Portugal. También varios viajes para conversatorios y ponencias. El mundo de las letras hispanohablantes se interesó aún más por lo que Saramago tenía por decir.
La Caverna (2000), El hombre duplicado (2002), Ensayo sobre la lucidez (2004), Las intermitencias de la muerte (2005), El viaje del elefante (2008), Caín (2009). Usted, querido lector, tiene de dónde escoger. Cuando la muerte llegó a su huerto, el autor escribía Alabardas que su publicó en 2014 y consta de tres capítulos.
¿Por qué leer a Saramago? ¿Por qué hacer un desglose de su obra que tranquilamente usted podría buscar en internet? Yo le pregunto¿Por qué no? Porqué no dejarse seducir de la prosa de este portugués. Descubrí en Saramago, a mi modo de leer, algo especial. Toma las premisas más inverosímiles (aunque en la literatura no existe nada imposible ni inverosímil) y las aterriza en una novela que se cuestiona la condición humana.
Vivimos en un tiempo de constante cambio, sus escritos son parte importante para preguntarnos al menos de vez en cuando, qué estamos haciendo y qué papel estamos jugando en el mundo. Ese mundo al que Saramago se le volvió un enigma que resolvía con sus novelas o al menos lo intentaba.