Por: María Isabel Burbano
Con la caída del muro de Berlín y la Perestroika, los teóricos posmodernos plantearon el fin de la historia, que el triunfo aplastante del sistema capitalista era notorio y aunque vendrían otro tipo de disputas en el ámbito global no serían idénticas a las que sucedieron en la Guerra Fría. Sin embargo, creo yo, no es el fin de la historia. Todavía utilizamos los símbolos para establecer nuestros significados e ideas y en la política mundial esta semana fue más que evidente.
En Moscú, los presidentes Vladimir Putin y Miguel Díaz-Canel develaron una estatua de Fidel Castro, quien fue presidente de Cuba durante 49 años (1959-2008). El líder de la Revolución Cubana, al parecer, estaba en contra del culto a la personalidad, así lo indica un discurso del 13 de marzo de 1966:
“No es necesario estar viendo una estatua en cada esquina, ni el nombre del dirigente en cada pueblo, por todas partes, ¡no!; porque eso revelaría desconfianza de los dirigentes en el pueblo, eso revelaría un concepto muy pobre del pueblo y de las masas que, incapaces de creer por un problema de conciencia, o de tener confianza por un problema de conciencia, fabricara artificialmente la conciencia, o la confianza, por medio de actos reflejos”.
Tanto así que no hubo monumentos de Castro en la isla. Al menos hasta su muerte en 2016. La Asamblea en Cuba prohibió hacer monumentos a poner a algún sitio público el nombre de Fidel, a pesar de ello, en el Museo de la Revolución en la Habana está junto al Che Guevara y Camilo Cienfuegos en un intento por preservar los hechos de enero de 1959.
Fidel en el mundo
Aunque su palabra se respetó en lo posible en Cuba, el resto del mundo ha colocado su figura en parques, plazas y calles en una exaltación de su figura. Vietnam, Sudáfrica, México y ahora Rusia ¿por qué Putin decidió colocar una estatua de Castro en la capital de su país? ¿Por qué ahora?
En su discurso comparó el momento que viven ambos países. Cuba, en un bloqueo que parece no tener fin. Por otro lado, las ansías de expansión de Rusia han llevado a Estados Unidos y Europa a condenarla por la invasión a Ucrania y cerrarle, de a poco, las relaciones político-comerciales.
«Está considerado con razón como uno de los líderes más célebres y carismáticos del siglo XX, una personalidad auténticamente legendaria», dijo Putin. Las coincidencias no existen en las relaciones geopolíticas actuales. El mandatario ruso agregó que “toda su vida estuvo dedicada a la lucha abnegada por el triunfo de las ideas del bien, de la paz y de la justicia, por la libertad de los pueblos oprimidos, por la vida digna para la gente común y corriente y la igualdad social».
Siguiendo su principio contra el culto a la personalidad, probablemente Fidel Castro no hubiera aceptado esos homenajes que no se hubieran realizado si él estuviera vivo. Exaltamos a las figuras una vez que abandonan este mundo. Elevamos a los personajes históricos a la categoría de dioses, como si el deceso borrara su humanidad, sus aciertos, pero también los errores.
Pensamos que es necesario cubrir nuestras ciudades con sus bustos o sus cuerpos en bronce, cobre, mármol o cualquier otro material que pueda resistir el paso del tiempo. En países donde la posición política es clara, la mayoría de los transeúntes reconocen a esos personajes. Si en la Habana, alguien pasa por la colina o el parque Lenin y preguntan al otro sobre el hombre representado, les responderán con certeza sobre el gestor de la Revolución Rusa.
En nuestros países, donde las líneas ideológicas son tan difusas como el conocimiento histórico de los ciudadanos transitan y pasan frente a varias estatuas sin prestar mucha atención, sin detenerse a leer, a pensar. ¿Son necesarios los monumentos?
Muchas veces son ideas del político o movimiento de turno (el PSC y la idea de un monumento a León Febres Cordero que si logró ser motivo de crítica y censura. El monumento en el centro de Quito que exalta la figura de Sixto Durán Ballén con un gobierno que fue altamente cuestionado).
También puede ser un intento, muchas veces, vano de mantener la historia viva. En un mundo que se mueve sin parar, las estatuas silentes solo sirven para actos protocolarios. Han abandonado la mente del pueblo que ni siquiera les da una segunda mirada.
*Bienvenido en ruso.